Cuando escucho hablar
de fútbol lo primero que se me viene a la mente es el espléndido libro que
escribió el Uruguayo Eduardo Galeano “El fútbol a Sol y Sombra y otros
escritos”, pero obligadamente me remite a su capítulo “El opio de los pueblos”.
Esta combinación me
devuelve a Marx cuando señala que la religión es una forma de alienación porque
es una invención humana que consuela al hombre de los sufrimientos en este
mundo, que disminuye la capacidad revolucionaria para transformar la auténtica
causa del sufrimiento, Galeno la pone a su manera y señala: ¿en qué se parece
el fútbol a Dios?. En la devoción que le tiene muchos creyentes y en la
desconfianza que le tienen muchos intelectuales. Pero en lo que estoy de
acuerdo es que en ambos casos son formas de controlar a las grandes masas y
mantenerlas a su servicio.
Hoy como muchos
hinchas me siento subsumido a la lógica del consumo del fútbol como en su época
el marxista italiano Antonio Gramsci que lo elogió “este reino de la lealtad
humana ejercida al aire libre”. Pero volviendo al tema, me refiero al consumo
del fútbol ya que estos agentes no dejan de hacer dinero y dentro de la lógica
capitalista el fútbol es una estrategia universal para convertirse en
mercancía. Paradójicamente es la única empresa mundial que no espera un retorno
financiero sobre su inversión, simplemente queda la preocupación del desempeño,
de ganar títulos y de hacerse más famosos en los estándares futbolísticos.
Entonces la dinámica
del fútbol, es sin duda la visibilización de los equipos, pero no de lo equipos
de barrios o de amigos, sino desde la óptica de una empresa, como modelo que
puede ser exitoso como negocio financiero y en lo deportivo, dentro de esa
lógica el millonario y empresario Marcelo Claure dueño de la empresa Brighstar
que hizo una transferencia del Club Bolívar de Bolivia para convertirla en una
empresa exitosa BAISA SRL, cediendo sus derechos y su marca, ya que esta es una
sociedad con mucha proyección por la masa que mueve en todo el país y ahora en
el extranjero.
La nueva historia del
Club Bolívar comienza a tejerse a mediados de comienzo de siglo, cuando la
institución entra en crisis, y una dirigencia acosada por denuncias de
corrupción y claramente de malos manejos administrativos, a punto de llevar a
la institución a la quiebra, es el momento perfecto de la aparición de Claure y
de todo un aparato estratégico para llevar al fútbol boliviano a la modernidad,
como ya se había visto en varios equipos del mundo, para poder ejemplarizar
podemos mencionar al millonario ruso Roman Abramovich que sus dividendos vienen
provienen principalmente del petróleo, pero que en junio del 2003 compro el
club de fútbol Chelsea, ganador de muchos títulos en FA Premier League inglesa
y paralelamente de la UEFA Champions League.
También podemos analizar
otra de las ligas más grandes como es la española, en la que ya existe la
necesidad de crear sociedades deportivas, conocidas como las S.A.D, que vendía
ser o asemejarse a las sociedades anónimas dentro del derecho civil, que
establece un modelo de responsabilidad jurídica a los clubes, también el de una
constitución simplificada.
Hoy el Bolívar es una
empresa consolidada, la cual como a mí y muchos de sus hinchas nos subsume a
una carga emocional (que se manifiesta antes, durante y después de un partido),
donde el clímax es lograr vincular a las masas con ese instante de gloria al
gritar un gol, un orgasmo de masa, que da la sensación de felicidad, la
fantasía de éxito y fama al identificarse con los héroes de la jornada al
obtener una clasificación. Es por eso que hoy el Bolívar está entre los cuatro
mejores equipos de Sudamérica…
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