Por: Sergio Salazar Aliaga
El
ensayo de Fernando Molina “El Cholo Dionisiaco en el eje Nietzsche – Medinaceli”
es muy enriquecedor en contenido, además que tiene una mirada sociológica, por
supuesto que filosófica, abre el discurso de la diferencia, y vuelve a ponerlo
en boga, desde Juan de Rosas de Nataniel Aguirre (1885) hasta nuestros días,
con el tema de lo “cholo” que sigue en un proceso de identidad.
Cuando
uno recuerda a Rigoberto Paredes lo primero que se viene a la mente es la
sentencia de que en Bolivia la mayoría de la población es indígena, que estos
pasaron a la religión católica para ser creyentes y que combinaron su
espiritualidad para generar un tipo de sincretismo cultural, pues el boliviano
vive con una conducta dialéctica, entre dos opuestos, entre lo apolíneo y lo
dionisiaco.
Es
por eso que para Carlos Medinaceli el horizonte del país debe ir de la mano de
lo “cholo”, en realidad de la mezcla de razas, del “mestizaje” y en su novela “La
Chaskañawi” (ojos de estrella) de 1947, saca la conclusión del “encholamiento”,
que vendría a ser un fenómeno de resistencia natural, Molina describe que: “el
encholamiento es un fenómeno dionisiaco exaltado y analizado por nuestra
literatura… por medio del cruzamiento perverso sórdido con la mundanidad, la
lujuria y la energía excesiva de las razas juveniles, recién paridas por el
país”.
Lo
dionisiaco es una expresión rebelde “el dios de la embriaguez” pero que puede jugar
muy bien con la analogía del agotamiento de la subjetividad de la modernidad,
justamente, es eso, lo que planteaba Friedrich Nietzsche en el “origen de la
tragedia”, la voluntad dionisiaca del mundo y el mundo de lo apolínea de la
apariencia, que se convierte en una dicotomía filosófica.
Nietzsche
busca una identidad y lo encuentra en “Dionisio” no románticamente sino como
una concepción del mundo del autor, basada en la autoliberación, en el placer,
Dionisio se expresa hacia un impulso de la unidad, de lo cotidiano, de la
sociedad, tiene un carácter total de la vida.
Para
Medinaceli la totalidad de la vida es el “encholamiento”, en su novela “La
Chaskañawi” y dentro de la categoría teórica de la figuración estética, narra
la historia de un joven terrateniente, estudiante de leyes, parte de la
oligarquía que se enamora de una bellísima Chola, la historia desarrollada en
un ambienten entre la vida de los indios y la vida de los blancos, en un
ambiente libertino y marginal.
Fernando
Molina entremezcla estas dos concepciones, la de Medinaceli y Nietzsche,
hablando de este momento histórico y dice “el indígena originario, campesino,
trabajador, pequeño productor se ha incorporado a la sociedad moderna… ebrio de
todas sus posibilidades, enamorado de sí mismo y de su forma de vivir, incapaz
de oír un llamado a la mesura o el orden, lleno de confianza en su suerte,
incluso al punto de abusar de ella… Este cholo nuevo, el único boliviano que
Nietzsche hubiera considerado un superhombre”