Por: Sergio Salazar
Aliaga*
A veces leo a la sociedad
boliviana como si estuvieran en una novela policiaca, esa novela donde se
plantea la cuestión, se plantea quien lo hizo, típica de las novelas clásicas, veo
a un Sherlok Holmes por la Pérez Velazco, diciendo elemental mi querido Watson,
o veo un cuadro del crimen de Van Gogh colgado en la calle Jaén, la niebla de
Londres y los crímenes en la niebla se trasladaron al Illimani, ya nunca más
Conan Doyle será el mismo después de haberse alojado en el piso 3 del Hotel
Copacabana al lado del cuarto del Che y escuchar la noticia de su asesinato.
Borges se sentía irracional y pasaba al octavo anillo en santa cruz, su última
novela policial, su famoso círculo del infierno inspirada en Dante, el de la
divina comedia.
Que grandiosa puede ser la
literatura, el relato, lo dramaturgo, lo épico, lo lírico como ciencia de la
literatura, pues en este relato se plantea la cuestión del aborto, ¿quién lo
hizo? ¿Dónde está la asesina?, se lo censura, se lo pone como un delito ante lo
divino.
Las y los pro-vidas se convierten
en Jack el destripador que odiaba tanto a las prostitutas de whitechapel, odiaba
tanto no pertenecer a ese grupo que terminó matándolas, perseguimos a las abortistas
que están matando el mundo nos dicen hoy.
Los y las pro-vida terminan
rompiendo con la literatura clásica para entrar en la fábula tratando de dar
una referencia de lo humano “el embrión si tiene vida” o dejar una moraleja “si
a la vida” como una moralidad de las acciones, como una crítica a la conducta
universal, vuelve a su novela policiaca y trata de encarcelar a la asesina, a
la abortista, la cuestiona ante la sociedad ante las instituciones, ante su
institución católica.
Entonces, aparece Samaniego como su
moralidad en las fábulas en código cristiano, pero aparece Menendez Pelayo señalándolo
como voltereano e irreligioso, la idea central es que hay que darle a la
sociedad boliviana la forma didáctica en la esfera de lo literario.
En la literatura clase-mediera
por ejemplo, que es el sector con más porcentaje de identidad judeo cristiana, apostólica
romana, católica y utilizan dichos como “Dios mío” cuando se sorprende de algo,
por ejemplo: “se aprobara la legalización del aborto” y suspiran gritando “mi
dios” en qué país vivimos, la sociedad ya no tiene moral, ha perdido toda
ética… o cuando está a la espera de algo, por ejemplo una charla en la marcha
por la vida, “esperemos que sigamos igual y que se respete la vida”, doña
carmelita le responde: “si dios quiere será así”. También lo mencionan en
afirmaciones contundentes: “Gracias a dios mis hijos se crían en base al
respeto a la familia tradicional y no el libertinaje del diablo”
Eso también marca una literatura
ya presidida por ciertos parámetros convencionales, sellando a la sociedad por
comportamientos hipócritas, a falta de puritanismo social y disimulos elevados,
como un García Lorca haciendo silencios tras las muertes que protagonizo en
aquella guerra civil española que arrancaba el Cádiz de toda una nación, esa
misma clase media juzgadora, policiaca, defiende a la transnacional con sede en
el Vaticano.
Reprime a los divorciados
negándoles la comunión, les da asco la palabra gay, homosexuales, lesbianas,
etc, porque los desnaturaliza, pero si acepta a cientos de curas pedófilos que
piden el diezmo cada semana en su iglesia.
Hoy son los mismos que luchan contra
leyes progresistas, leyes de la salud reproductiva y salud pública en favor de
la mujer, en favor de su derecho a decidir, no les interesa que mueran más de
500 mujeres al año en abortos clandestino, tampoco les intereso los miles de
muertos en las dictaduras porque su iglesia era la primera aliada a la bota
militar, porque la consiga de su libro sagrado, o su hashtag es “Si a la vida”,
pero no a la vida de las mujeres que deciden sobre su maternidad.
“Dios nos dio una cara, y
vosotros te haces otra” decía en sus obras William Shakespeare hablando de la
hipocresía. Sin embargo, la hipocresía no se la crítica por el precio de tener
el equilibrio social, Foucault tenía una descripción en vigilar y castigar muy
adecuada hasta nuestros días: “se mantiene el contrato social al costo de
encerrar a los delincuentes en prisiones y a los locos encerrarlos en
manicomios a nombre de su fe en la razón”, de su razón habría que decirles.
Entonces en la literatura
boliviana hay un sector que por el momento no quiere “figurar radicalmente de
la interrupción” como la categoría de Jeanne Marie Gagnebin en la revisión de
las tesis de Benjamin que las ponía como “resistencia al engranaje político
social” para permitir otra historia saliendo a la superficie.
*Guevarista perteneciente a la
nueva generación marxista latinoamericana