Por: Sergio Salazar Aliaga
El pasado
domingo en la feria del Prado me encontré con un libro maravilloso, titulado
“correspondencia entre Fausto Reinaga y Tristán Marof (1957 – 1974)”, es muy
nuevo, pues su primera impresión fue en marzo de este año.
El autor es
Grover López Medrano, en la introducción del libro o en su presentación explica
que se presentó al concurso que convocó “El Centro de Investigaciones Sociales
CIS” de la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, con su ensayo
titulado “Fausto Reinaga y los Orígenes del Indianismo en Bolivia”,salió como
uno de los seleccionados, pero lastimosamente no ganó el concurso, entonces
emprendió con este pequeño libro de método epistolar que muestra la
correspondencia con 36 cartas en total, 18 enviadas por Reinaga y lo mismo por
Marof.
El género
epistolar viene del latín que es sinónimo de carta, en lo personal siempre he
pensado que no hay nada como leer una carta porque es algo genuino y tienen datos
documentales, te sumergen a una temporalidad, a una coyuntura, a un momento
político, y por sobre todo porque entras en la intimidad de la persona que la
escribió, sentir sus sufrimientos, sus afectos, su ira, la racionalidad con la
que escribe o la emotividad con la que evoca.
Muchos dejaron
huella para siempre, es el caso de las cartas de Karl Marx a Friedrich Engels o
a su compañera Jennyvon Westphalen, las
cuitas del joven Werther de Goethe, o del filósofo Karl Jasper que se hizo
conocido no por su obra, sino por las cartas que tenía con Martin Heidegger. Dicen
que Franz Kafka le escribe más de quinientas cartas a su primera novia Felice
Bauer, desde este lado del continente tenemos a un Simón Bolívar escribiendo a
Manuelita Saenz, la terrible Frida Kahlo al muralista Diego Rivera o un Che
Guevara despidiéndose de Fidel y teniendo correspondencia muchos años con Tita
Infante. Las que más me gustan son las cartas de amor un pluriverso en la
literatura en general.
Dos especificidades
de este texto, la primera que comienzan aparecer nuevos investigadores jóvenes
que hacen reflexión de nuestra historia de nuestras ficciones literarias como
país, la segunda que en esta era digital, donde los viejos medios de
comunicación comienzan a desaparecer como la tele, la radio y por sobre todo
las “Cartas” en sustitución de las redes sociales, Twitter, Facebook e
instagram entre muchos, podríamos sentenciar que la Carta ha muerto y el
trabajo es una recopilación valiente.
Marco Tulio
Cicerón fue un filósofo, político, escritor y gran orador del Imperio Romano de
la etapa republicana, Cicerón proclamaba que: “La historia es la maestra de la
vida” muchas veces la historia puede sufrir escenarios no deseados, olvidos y
afirmaciones no tan ciertas. Cosa que pasó con estos dos escritores.
Hilda Reinaga relata
“Fausto es estudiado fuera de nuestras
fronteras. En nuestro país todavía se lo quiere silenciar, o toman su
pensamiento, copian párrafos para reforzar sus trabajos, pero no lo citan”. Marof
por su parte fue un exiliado del mundo, en su libro “México de frente y de
perfil”dice: “No pude vivir en el Perú y tuve que emigrar a México, que por ese
instante halagaba mis oídos con su revolución”.
Ambos escritores
recobran una herencia teórica y moral, son parte de la creación intelectual del
país, Fausto por un lado nos presenta el pensamiento, la filosofía amautica y
el indianismo que nace en su cerebro, fue el primero en exclamar la necesidad
de hacer del indio el sujeto político para lograr su liberación. Marof escribe el
programa del Partido Obrero Socialista de La Paz de 1920, y fue el primero en
hablar de nacionalización y de tierras al indígena, además fue el utópico en
regresar o pensar en comunidad, en los saberes ancestrales resaltando los principios
quechuas del ama sua (no seas ladrón), ama llulla (no seas mentiroso) y ama
quella (no seas flojo).
El 23 de julio
de 1957 desde Buenos Aires, Tristán escribe
“he sido el hombre más odiado de Bolivia “republicana”
y discutido… Lechín se ha derrochado en cholas y pasquines, siendo más capaz
que Urriolagotia y que todos sus Compadres… Don Franz Tamayo es otra cosa: un
indio con todas las plumas de sabiduría y de a potencia cerebral. Un indio que
descubrió Grecia y la hizo suya. ¡Pero con qué talento¡”.
Fausto el 21 de
marzo de 1959 escribía:
“José Rojas ha llegado al Ministerio de
Asuntos Campesinos. NO hemos hablado aún. Pienso decirle que tiene la
obligación de convertirse en la fuerza inicial para el más puro movimiento
indio… y si no lo hace le haré excremento ante la historia…”.
Marof es muy
adelantado para su época. En enero de 1962 está releyendo a Daniel Pérez
Velasco “La mentalidad Chola en Bolivia” pero al mismo tiempo batallando con
una intelectualidad instrumentalizada a los movimientistas, le escribe a
Fausto: “Si condigo reafirmar esta concepción colla como filosofía y
convicción, tendré que lapidar a Pachakuti, Augusto Céspedes, Augusto Guzmán,
etc., como escritores cholos y su literatura, una literatura de la cholada republicana,
de grupillo, de secta, de clan, mientras la gran raza, la que daba trabajadores
en tiempo de paz y soldados en tiempo de guerra, arrastraba una vida animal.
Pero como estas setas del cholaje no tuvieron capacidad ni de conquistar y
asimilar la sangre colla, ahora hay signos evidentes que quiere despertar y
como toda opresión quiere despertar revolucionariamente. Fue Luís Valcárcel que
no es marxista, quien dijo: “el indio espera su Lenin”.
Entonces llega
ese abril de 1963, Fausto le escribe: “Desde agosto del año pasado,
intensamente he trabajado. He concluido dos libros, “El indio y el pensamiento
del cholaje boliviano” a través de Fernando Diez de Medina y La Revolución
India” que fue el manifiesto y fundamento del Partido de Indios Aymaras y Kechuas
PIAK, alrededor de unas 250 páginas, hoy una lectura obligatoria.
En esas cartas
que se mandan, Fausto le escribe que se quería suicidar: “Claro que quise
suicidarme en serio. No tenía Plata para editar el libro; y encima la Renta por
concepto de impuesto a la Hipoteca que quería cobrarme tres millones; yo había
hipotecado seis años atrás para recoger la edición de mi Franz Tamayo; total
que yo iba a aparecer en la calle, sin techo ni lecho. Las cosas que uno
consigue por meterse a escribir”
Marof respondiendo
a esa carta: “Aunque no coincidamos generalmente en muchas cosas tu espíritu es
rebelde y eso es muy raro en esta época de empleos y de conveniencias. La vida
política nos ha conducido a eso y a la pobreza. Nadie es independiente y carece
de un gesto viril. No te arrepientas. Tus libros se leerán en el futuro. Lo
mismo le sucedió a León Bloy el gran panfletista que sufrió toda clase de
silencios y de ultrajes de sus contemporáneos. Escribió su vida entera y creía
que el libro que se editaba le iba a dar una fortuna y lo que le daba era una
decepción”.
Existen
muchísimos relatos, lo recomendable es que busquen el libro y lo compren,
seguramente nadie se arrepentirá de eso, esta correspondencia está llena de valiosa
documentación, como en el libro de Arturo Pérez Reverte que recuerda “El
cartero llama dos veces” o traen buenas noticias o las traen malas.

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