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Por: Sergio Salazar Aliaga
Por: Sergio Salazar Aliaga
“Quiero,
para terminar, agradecer profundamente al pueblo de Bolivia…que ha acompañado a
este gobierno, que ha creído en este Presidente, que ha creído que éramos
capaces, el pueblo y nosotros, de trabajar por una Bolivia mejor…Si tengo un
grado de responsabilidad en el actual escenario, lo asumo a plenitud. y es por
eso que renuncio para no convertirme en un obstáculo para resolver esta crisis…”
Carlos Mesa en su mensaje de renuncia el 6 de junio de 2005
Hace
muchos años había leído la novela histórica del escritor colombiano Gabriel
García Márquez sobre Simón Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar, titulada:
“El General en su Laberinto”, me pareció genial todo el relato, era el fin, el
general se iba para siempre.
Era
un domingo 6 de marzo de 2005 y en todos los titulares de periódicos a nivel
nacional salía que el Presidente de la República iba a salir el lunes para
renunciar, mediante un mensaje televisado para presentar su renuncia ante el
congreso nacional… esos rumores ya habían sido anticipados con anterioridad.
Carlos
Mesa Gisbert se expresaba de esta manera: "El día de mañana yo presentaré
[la renuncia] al presiente del Congreso, para que el Congreso lo defina. Yo
quiero expresarle a usted que es ante la consideración suya que presento mi
renuncia a la presidencia de Bolivia".
Revisando
el libro sobre Bolívar “sus renuncias recurrentes estaban incorporadas al
cancionero popular, desde la más antigua, que anunció con una frase ambigua en
el mismo discurso con que asumió la presidencia –Mi primer día de paz será el
último de poder- en los años siguientes volvió a renunciar tantas veces, y en
circunstancias tan disímiles, que nunca más se supo cuándo era cierto. La más
rigurosa de todas había sido dos años antes, la noche del 25 de septiembre,
cuando escapó ileso de una conjura para asesinarlo dentro del dormitorio mismo
de la casa de gobierno. La comisión del congreso que lo visitó en la madrugada,
después de que él pasó seis horas sin abrigo debajo de un puente, lo encontró
envuelto en una manta de lana y con los pies en un plantón de agua caliente,
pero no tan postrado por la fiebre como por la desilusión. Les anunció que la
conjura no sería investigada que nadie sería procesado, y que el congreso
previsto para el año nuevo se reuniría para elegir otro presidente de la
república. –Después de eso- concluyó, yo
abandonare Colombia para siempre”
Carlos
mesa entraba en un laberinto, en esos días se había producido una crisis de
Estado, no está de más recordar que unos meses antes había escapado Gonzalo Sánchez
de Lozada tras las protestas de los movimientos sociales contra el proyecto de
exportación de nuestros hidrocarburos (gas) a Estados Unidos y México por
puertos chilenos, que dejaron más de 80 muertos y responsable de traicionar a
la patria.
En
esos días los conflictos seguían, si bien Mesa tenía un alto porcentaje de
popularidad, tenía un cerco muy grande y alejamiento con el Congreso, ya que
estos estaban conformados por los viejos partidos tradicionales, algunos
agrupaciones ciudadanas regionales sobre todo en el departamento de Santa Cruz
y también de los movimientos sociales. Para muchos de ellos Mesa era un traidor
por haber abandonado a Gonzalo Sánchez de Lozada.
En
esas semanas seguían las protestas, las manifestaciones en las calles, Mesa
había echado la culpa al diputado y líder cocalero Evo Morales y al dirigente vecinal
Abel Mamani como los responsables de la debacle de su gobierno.
Volviendo
al Libro “El general reiteró su renuncia, y designo a Domingo Caycedo como presidente
interino, mientras el congreso elegía al titular… El primero de marzo abandonó
la casa de gobierno por la puerta de servicio para no encontrarse con los
invitados que estaban agasajando a su sucesor con una copa de champaña, y se
fue en una carroza ajena para la quinta de Fucha, un remanso idílico en las
goteras de la ciudad, que el presidente provisional le había prestado. La sola
certidumbre de no ser más que un ciudadano corriente agravó los estragos del
vomito”.
En
un ensayo sobre el libro de Mario Castro decía: “Contradiciendo también a John
Green, como lo expresó a través de su personaje Alaska Young, en Buscando a
Alaska, las palabras de Simón Bolívar “¡Cómo voy a salir de este laberinto!”
que según el mismo Gabo manifiesta en los anexos del libro, dijo el Libertador
unos días antes de morir, dentro del contexto del libro no hacen referencia a
la muerte, o al sufrimiento, sino a los sueños frustrados”.
Y
así un 6 de junio de 2005 Carlos Mesa logra renunciar “Quiero pedirle disculpas
al país si no he sido capaz de conducirlo adecuadamente. Quiero decirles a
quienes han creído en mí… que hice lo que estuvo en mi mano para demostrar que
es posible una forma distinta de gobernar…para lograr cumplir la agenda de
todos.
Hasta
hoy Carlos Mesa no puede salir de su laberinto, el otro día escribió un
artículo titulado “camino al totalitarismo” comienza diciendo: “nunca voté por
Evo Morales. No me equivoqué. No sólo por las diferencias de concepción
política y de proyecto de futuro para Bolivia, sino por la naturaleza
intrínseca que vi cuando -siendo yo Presidente- él era jefe de la oposición”.
Sin
embargo hoy es el vocero de la causa marítima, es un “funcionario público” y
debe estar regido por las vías diplomáticas del Estado, ser vocero implica tener
una responsabilidad, Carlos Mesa tiene un equipo importante y a través del Ministerio
de Relaciones Exteriores se les extiende un pago, un salario.
Lo
paradójico en todo esto, es que es parte del equipo de gobierno vigente al cual
lo llama un gobierno camino al totalitarismo… que hace ahí si lo critica de esa
manera, mesa no solo está en su laberinto, sino que perdió la ética, su moral.
Como
decía Jorge Luis Borges "congregó a sus arquitectos y magos y les mandó
construir un laberinto tan perfecto y sutil que los varones más prudentes no se
aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. La obra era un escándalo,
porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los
hombres".
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