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Por: Anahi Alurralde Molina y Sergio Salazar Aliaga
No recordamos cuando fue la primera vez que observamos la imagen del Che, tampoco recordamos como empezaron a hablarnos de él.
Luego el sistema se encargaría de presentárnoslo de mil
maneras. La clásica de los que predican ser de izquierda, que lo llaman
guerrillero heroico. Los otros, que no lo bajan de asesino y que vino a matar
soldaditos a Bolivia. Los del medio que se llaman rojos que lo apoyan, pero que
retiran la mano rápidamente, para sospechar de él, para decir que se equivocó en
la táctica. Y los de atrás que siempre terminan el concierto o una guitarreada
con una balada del Che.
Silvio Rodríguez en 1972 escribía: América te hablo de Ernesto, pronto se convirtió en una de las
canciones emblemáticas con la que muchos nos acercamos un poquito más al Che,
hoy en 2017 debemos seguir hablándole a América y al mundo de quien fue Ernesto
Guevara, no para sumar filas a los homenajes porque ya sobran aquellos que le
alzan altares y repiten sus frases de
memoria.
Hay que hablarle a América de Ernesto porque estos 50 años
desde ese funesto 9 de octubre no han
bastado para diseminar el sentido común guevarista. América debe saber de ese
cantar suyo que sonó a estampido.
Existe multiplicidad de corrientes a la hora de hablar de Guevara,
pero la que más llama la atención es como va evolucionando su pensamiento, la
evolución óntica de su propio ser, ya Heidegger había interrogado al Ser, para
encontrar caminos y clarificar conceptos, ese des-encubrimiento del Ser, o ese
proceso de construcción a esa conjugación del Ser del hombre.
Ernesto se encontraba en ese proceso, un hombre obsesionado
con Heggel, con la filosofía, re-descubriendo el pensar latinoamericano.
Fernando Martínez decía que le gustaba comparar: "El socialismo del hombre
en Cuba" con el "Manifiesto Comunista", porque pienso que es el
Manifiesto Comunista del Che, donde él expresa su madurez y su reto; el documento
más ambicioso producido en América”.
Ernesto va moldeando ese pensamiento, va contribuyendo al
marxismo latinoamericano, a la economía política, como diría Tablada “El
marxismo del Che también invita a pensar y a reflexionar que el marxismo no
está libre de culpas del descalabro de todos los regímenes socialistas del
siglo XX”.
Por todo esto insistimos que Ernesto no fue el guerrillero
heroico al que lo reducen, él fue un hombre en constante construcción de su ser
y deconstrucción de su pensar, el construía humanidad y hasta en sus últimas horas vida lo demostró.
América debe saber que tres horas antes de morir, una maestra
boliviana jubilada ingresó a la escuelita de la Higuera y le alcanzó una sopa
de maní al Che, él antes de empezar preguntó: ¿Y mis compañeros ya comieron?
Puede alguien imaginarse la profundidad de los sentimientos de amor que lo motivaban
como para seguir pensando en los demás después de haber sido maltratado,
insultado, estando herido, preso y con esa sensación de saber que en cualquier
momento dejarás de estar vivo.
El che nos enseñó a creer en la fe y el espíritu del
individuo para hacer una revolución, en su carta de despedida a Fidel decía: “En
los nuevos campos de batalla llevaré la fe que me inculcaste, el espíritu
revolucionario de mi pueblo, la sensación de cumplir con el más sagrado de los
deberes: luchar contra el imperialismo donde quiera que esté, esto reconforta y
cura con creces cualquier desgarradura”.
También nos enseñó el
amor a la humanidad, a los hombres, al otro: En su última carta a sus hijos escribió: “Acuérdense
que la revolución es lo importante y que cada uno de nosotros, solo, no vale
nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier
injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la
cualidad más linda de un revolucionario”.
A América y al mundo hay que hablarle de Ernesto porque 50
años después aún cunde la ignorancia, el odio y un discurso mercenario que
intenta deslegitimar la lucha de Guevara.
Tristemente en nuestro país
todavía se escucha o se lee que el Che fue un invasor que venía a matar
bolivianos. No, una y otra vez no.
El Che en su búsqueda de
crear humanidad abrazó y se movió por toda Latinoamérica. Llega a
Bolivia y sin saber que sería su destino final, aprende aquí las más valiosas
lecciones.
A Ernesto no le bastó nacer humano, aprendió a Ser humano y
su legado es de humanidad, es de amor porque como él ya lo advertía: “Déjeme
decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está
guiado por grandes sentimientos de amor."
A América hay que hablarle de Ernesto porque él la amó y supo
ser vanguardia para la liberación de los pueblos, a Cuba le dio la gloria de la
nación liberada, y como le cantó Víctor Jara: “Bolivia también le llora. San
Ernesto de la higuera le llaman los campesinos. Selva, pampas y montañas,
patria o muerte su destino”
Y a riesgo de parecer
contradictorio, a 50 años de su presencia en Bolivia nuestro deber es salvarlo
de ser Dios, porque Ernesto transcendió
por sus acciones, por cada ideal que materializó, por cada promesa que cumplió,
él no fue perfecto, fue humano y nos enseñó que para serlo no basta ensalzarse
de discursos o manuales combativos, sino que es necesario aprender a parirnos a nosotros mismos cada cierto
tiempo, para hacer la guerrilla
interior.
América debe saber de Ernesto y para esto no hay palabras más
coherentes, más sinceras y reales como las que expresaba Fidel, y con ellas nos
quedamos hasta la victoria:
“Si queremos expresar cómo queremos que sean los hombres de
las futuras generaciones, debemos decir: ¡Que sean como el Che!
Si queremos decir cómo deseamos que se eduquen nuestros
niños, debemos decir sin vacilación: ¡Queremos que se eduquen en el espíritu
del Che!
Si queremos un modelo de humanidad, un modelo de humano que
no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre y mujer que pertenecen al
futuro, ¡de corazón decimos que ese modelo, sin una sola mancha en su conducta,
sin una sola mancha en su actitud, sin una sola mancha en su actuación, ese
modelo es el Che!
Si queremos expresar cómo deseamos que sean nuestros hijos,
debemos decir con todo el corazón de vehementes revolucionarios: ¡Queremos que
sean como el Che!”
A 50 años de tu querida presencia te decimos Hasta siempre,
comandante.
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